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miércoles, 15 de noviembre de 2006

Marzo 2006

La Ruta de la Chela


Unos 30 mil estudiantes volvieron al barrio República. Cinco mil son clientes frecuentes de los bares cerveceros. Muchos restaurantes se reconvirtieron a la religión de la birra y se forran en plata. El futuro de Chile se debate entre la sala y la cantina. Marchando otra de litro.


Volvieron los estudiantes y reaparecieron los mechoneos y la cerveceología, la asignatura que da inicio al curso. Las cajas registradoras de los bares ubicados cerca de las casas de estudio suenan con el doble de frecuencia que en la temporada veraniega. Porque de los 30 mil estudiantes que según los dueños de locales circulan por el barrio República, unos cinco mil acuden frecuentemente a sus garitos en busca de la mítica chela o cerveza.
Tal como anuncian los carteles ubicados en la entrada de algunos bares, este mes dedican sus jornadas a dar la bienvenida a los mechones. Claro, como dice Francisco, estudiante de Física de la Chile: “Así empiezan muchos y luego terminan yendo más a tomar que a clases”. Otros, con esfuerzo, logran sacar la carrera y llevarse mil anécdotas de su vida estudiantil. Cerveza, baile y sexo es la ruta del carrete universitario.
Son las cinco de la tarde del martes 14 de marzo y el ambiente en el Rapa Nui, ubicado en avenida España 91, está algo calmado. Son conocidas por el círculo universitario las parrandas que ahí se arman. “Ahora estoy cursando mi tercera carrera, las otras dos no las terminé. Pero ésta sí lo haré, ya aprendí a equilibrar el carrete y el estudio”, comenta uno de los clientes mientras es revisado por los guardias en la entrada del local.

AMOR A PRIMERA CHELA
Adentro, el ambiente está formado por pequeños grupos al son de
chelas
y reggaeton. Son unas 100 personas. Alex Araya, encargado de seguridad interna, asegura: “Como a las siete esto se arma por completo”. Al completo quiere decir unas 600 personas. En medio del sandungueo, entre bailes y cerveza, hace casi tres años, Esteban y Sofía se conocieron acá. Él, egresado de Gastronomía del Instituto Diego Portales; ella, de Psicopedagogía de la Andrés Bello. Hoy regresaron para recordar los buenos momentos que pasaron al inicio de su pololeo. “En el 2003, cuando nos conocimos, se vivía el mismo ambiente”, dice Esteban.
El Rapa, como es denominado por sus fieles, es ya un clásico en el carrete estudiantil. En el 2001, este ex restaurant tomó el rumbo de la diversión juvenil y acertó. Y aunque muchos externos dicen que en el recinto el consumo de marihuana es frecuente, los dueños aseguran no tener piedad con los que son sorprendidos en actos ilegales: “De los pocos que hemos descubierto consumiendo drogas o peleando, todos fueron castigados, o sea no permitimos su ingreso por unos meses. Los clientes saben de estas normas y las acatan”, dice Araya.

LOS MECHONES
Según el último informe del Conace (Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes), el 74% de los estudiantes universitarios consume alcohol. Y aunque no es posible determinar cuántos de éstos lo hacen en bares, ni menos el año que cursan, los asiduos asistentes a pubs aseguran que son los mechones los que más acuden.
Confirmando esta tesis, un grupo de alumnos de primer año de Kinesiología de la Universidad Mayor festeja el ingreso a clases bebiendo chelas en el Rapa. Daniel, Carla, Diego y Jaime, sentados en el extremo de una hilera de mesas, dicen estar encantados con el lugar. Lo único que alegan es por los 1.400 pesos que cuesta una Becker de litro. Jaime es concluyente: “Si valiera luca me quedarían monedas pa’ fotocopias”.
Un poco más al oriente del barrio universitario, en las calles aledañas a República, es donde hay mayor concentración de bares estudiantiles. En Salvador Sanfuentes con Manuel Montt Torres hay dos. El Cerveza, un local estrecho y de dos pisos que tiene como promoción la Escudo a una luquita. Dentro, un par de clientes comentan que “a veces, cuando salta la liebre, nos llevamos unas minitas al motel del lado”.
Frente a este bar está el Makalú. Un poco más elegante, cuenta con una clientela que, según Pedro Quezada, administrador del local, “son de clase media alta o alta”, pues todos llegan en su propio auto. Con un estilo moderno, el bar es uno de los más exitosos, con una asistencia de 500 a 600 personas diarias, cuyo consumo equivale a un promedio de 2,5 chelas por cabeza. Según Quezada, “él que se instala acá con un negocio para estudiantes gana plata”.
Sumados a estos dos bares existen varias alternativas para que el universitario consuma la casi religiosa chela. En la misma Sanfuentes, el Club 40; a la vuelta de esta calle, en Echaurren, El Baricomio; en Abdón Cifuentes con Sazié, El Cubil; por esta misma calle, pero doblando en Vergara, están La Terraza y Las Leñas. Siempre en el ambiente característico, sólo “copete”, nada de drogas, aunque en los pasajes del sector siempre ande el flaco pidiendo “un papel”. El menú se limita a dosis de papas fritas y completos.
Más allá, en Sazié con Dieciocho está La K-baña, y en toda la esquina de esta última calle con la Alameda se impone con un ambiente particular la Discoteque 18. En éste se puede apreciar gente de niveles socioeconómicos medios, no tan perfilados al ABC1 como los clientes de los bares más cercanos al sector universitario.


Por Carlos Piñero

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